sábado, 1 de febrero de 2014

Capítulo 12.


-Narrado por Vera-

Se van todos y yo me quedo sola en casa. Llevo unos días en los que nadie me deja en paz, todos quieren que me distraiga y me relaje un poco; aunque con tanta gente pegada a mí es imposible relajarse. Ahora que por fin estoy sola tengo que decidir qué hacer. ¿Qué le voy a decir a Mario? ¿Qué puedo hacer para que todo vuelva a ser como antes? Pero ya sé la respuesta: nada volverá a ser como antes. En tan poco tiempo han cambiado tanto las cosas. Tenía un novio como mejor amigo y en cuanto apareció Yoel todo se estropeó. Ojalá no lo hubiera conocido nunca. No, eso no es verdad. ¿Por qué siento algo por Yoel? Yo quiero a Mario. Empiezo otra vez con las mismas dudas. Lo mejor es que llame a Yoel y decirle que no se vuelva a acercar a mí, que yo quiero a Mario y que no siento nada por él, aunque mienta. Saco el teléfono.

Pero, ¿y si me equivoco? ¿Y si en verdad siento algo demasiado fuerte por Yoel? No podría volver a engañar de ese modo a Mario, ya bastante le había hecho ya. Hiciera lo que hiciera, alguien acabaría mal. Guardo el teléfono. No puedo, no puedo engañarles a ellos ni engañarme a mí misma de ese modo. Me levanto y bajo a la cocina. Necesito una señal. ¿Y qué será de mí si Mario no me perdona? Lo único que quiero es que todo vuelva a estar como antes, a que vuelva todo a la normalidad. Suena mi teléfono.

- ¿Sí?

- Vera, soy Yoel. Necesito verte.

¿Quizá es esta la señal? Me lo pienso detenidamente. ¿Y si lo veo y me desmoralizo? ¿Y si las cosas se ponen peor de lo que ya están? No, tengo que aclarar las cosas.

- Ven a mi casa, no hay nadie.

- Estoy ahí en media hora.

Cuelgo. Subo corriendo las escaleras y me quito el pijama. Empiezo a buscar ropa. Espera, ¿para qué me arreglo? Le voy a decir que todo esto se ha acabado, ¿no? Cojo lo primero que encuentro: Conjunto. Oigo el timbre. Vera, no te pongas nerviosa. No te pongas nerviosa. Voy bajando las escaleras. No te pongas nerviosa. Respiro hondo al llegar a la puerta. Yo puedo. No te pongas nerviosa. Abro la puerta y ahí está él. Mierda. Lo miro seria.

- Pasa.- entra y se sienta en el sofá.- ¿Por qué necesitabas verme?

- Porque te echaba de menos. Y sé que tú a mí también.- me dice sonriendo. Puto arrogante.

- Si quería verte es porque tenemos que aclarar las cosas, Yoel, por nada más.

- Mientes.- dice riendo.

- No, no miento.- intento mantener la calma.- Yoel, yo quiero a Mario. Yo necesito estar con él, ¿no lo entiendes? Necesito no volver a verte más.

Se queda callado. Cuando por fin habla se le nota enfadado.

- ¿Y ahora me vas a negar que no sientes nada por mí? Vera, por favor, no te engañes a ti misma. 

Me callo, si digo algo se notará que miento. Él sigue hablando.

- ¿Y ahora te callas? No quieres hablar porque sabes que tengo razón, porque eres así de orgullosa, ¿verdad? Niégalo a ver si puedes.- se cruza de brazos.

- Yoel, yo...No puedo, simplemente no puedo engañarle más. Le quiero.

- Ya lo sé, pero a mí también me quieres.- bajo la cabeza pero el se acerca y hace que la levante.- ¿Verdad?

- No.- no quiero llorar, me digo a mí misma.

- Es imposible contigo, eres imposible. Pero por eso te quiero.

Nos quedamos callados. ¿Qué decir ahora cuando todo había salido a la luz? Él sabía que yo le quería y yo sabía que él me quería a mí. No había nada que hacer. No había manera de solucionar esto.

- Es mejor que te marches, Yoel. Lo mejor para los dos es no vernos más. No aparezcas por aquí nunca y yo te prometo que no volverás a saber de mí, de verdad.

- Pero yo no quiero dejar de verte, Vera. Si de verdad no quieres verme más, si de verdad no me quieres.- se acerca más a mí.- Mírame a los ojos y dímelo.

Está muy cerca, demasiado. Se acerca todavía más. ¿Y si le beso? Puede que eso sea la señal, con quien debería estar. ¿Sería él?
Suena mi teléfono. Me aparto de él y lo cojo.

- ¿Sí?- Es Brenda, está llorando.- ¿Brenda qué pasa?

- Vera...-no es capaz de hablar.- Tienes que venir enseguida al bar.

- ¿Por qué? ¿Santi se ha peleado con alguien?

Después de un largo silencio, dice:

- No...Mario ha tenido un accidente.

Me paralizo. Las piernas no me responden y caigo de rodillas al suelo. Brenda sigue hablando, pero no la escucho. Ya no escucho nada. Yoel me levanta y coge el teléfono. Brenda se lo cuenta todo.

- Estaremos ahí en diez minutos. Ya vamos.- se gira y vuelve a mi lado.- Vera, reacciona. Vamos, tenemos que irnos.

Pero yo no puedo, no me siento capaz. Siento que se me viene todo encima.

- No puedo.- es lo único que consigo decir.

- Vera, venga. Yo estoy a tu lado, ¿vale? No le pasará nada. Vamos, te necesita.

Le miro a los ojos. Esos ojos negros que me miran angustiados. Asiento y me levanto. Salimos y subimos a la moto. De camino pasan imágenes por mi cabeza. Recuerdo cuando nos conocimos de pequeños, cuando él se mudó. Recuerdo jugar con él en el parque, las noches de verano riendo. Pasaron miles de imágenes en las que él me consolaba, sin saber realmente que era por él por quien lloraba. Y recuerdo nuestros besos, nuestros te quiero. ¿Podría volver a decírselo? Paró la moto y por fin vi el desastre.