lunes, 13 de octubre de 2014

Capítulo 13.

-Narrado por Brenda-

Nos fuimos a un local. ¿Cómo saber cuánto alejarme o cuánto acercarme? Estaba hecha un manojo de nervios. ¿Qué me pasaba? Llevaba muchos años conviviendo con él, podía seguir como siempre, pero no estaba acostumbrada a estar con él sin Vera o sin Eloy. No estaba respaldada. Tuve la suerte de encontrarnos con unos amigos y nos quedamos con ellos. Poco después, cuando intenté encontrarme con él ya no estaba. Fui hasta los baños y allí le vi, con Anne. Por un momento pensé que se trataba de otra persona pero no, allí estaba abrazándose con ella. Me pude ir; pude haber dado media vuelta e irme sin que se dieran cuenta pero no, allí me quedé petrificada hasta que se dio cuenta de que estaba allí. Me miraron aquellos ojos que por un momento perdieron todo el brillo que me encantaba. Me di la vuelta y eché a andar. No tardo en alcanzarme.

- Eh, ¿estás bien?.- me dijo. No respondí. Agarró mi brazo y me dio la vuelta.

- ¡Suéltame!

- ¿Por qué estás así? ¿Qué te he hecho?

Le miré a los ojos. La verdad es que él no tenía ninguna culpa. La única que tenía alguna culpa era yo al haberme hecho ilusiones con él, al no haberle olvidado. ¿Pero cómo explicarle lo que me dolía verle con ella? 

- Olvídalo, diviértete.- y así, me fui.

Salí afuera y me senté en la acera. ¿Qué estaba haciendo con esto? Me sentía una egoísta. ¿O quizá el universo en sí era egoísta? Acercarme a una persona tan maravillosa sin acabar perjudicada era demasiado apostar. Puede que no estuviera hecha para él, o que él no estuviera hecho para mí. Pero el caso es que ahí seguía yo, y ahí seguí hasta que perdí la noción del tiempo. Cuando ya empecé a temblar, alguien me tapó con su chaqueta. La conocía bien, ya me había abrigado muchas veces en días de lluvia o e casa de Vera. Santi se sienta a mi lado.

- Lo siento.- Es lo primero que me dice.

- ¿Por qué?.- Me hago la sorprendida, pero me mira y su cara lo dice todo.

- Siento ser un idiota y que me hayas mirado con Anne.

- Ese es tu problema no el mío, si quieres ser un masoca y esperarla para que te haga daño es tu decisión, tu horrible y estúpida decisión.- Qué ironía y qué hipócrita soy pensé para mí misma.

- No es lo que tú piensas Brenda.

-¿Ah, no? Perdón, interpreto mal los besos entonces. Da igual, no es asunto mío.

- No es así, la vi y cuando le dije todo lo que pensaba sobre ella, la única disculpa razonable que pensó fue la de besarme. No habrá nada más.

- Vuelvo a repetir que a mi no me interesa lo más mínimo.

- Bueno.- me mira a los ojos.- Pero puede que a mi me interese que tú lo sepas.

Y sonríe. Esa sonrisa que atraviesa, esa sonrisa cálida que no puedes evitar sonreír también al verla. Yo todavía no he dicho nada.

- ¿Sabes que te quiero, verdad?- me dice con su sonrisa torcida.

Pero no todo podía seguir bien. Yo no pude dar mi respuesta, ni después de eso pude hablar con él de ese tema hasta después de un tiempo, porque justo en ese momento surgió el desastre. Fue un pequeño ruido para los demás, pero no para mí. Conocía esa moto. No podía ser. Me levanté para cruzar la calle y seguir hacia el sonido.

- ¿A dónde vas?- me retuvo. Yo ya estaba llorando entonces.- ¿Qué te pasa?

Pero él empezó a oír también, él y un montón de personas más que se acercaban hasta el lugar. Me miró y entonces lo supo al ver mis ojos, mi cara.

- No.- es lo único que consiguió decir. Entonces empezamos a correr los dos.

Ahí estaba, magullado e inconsciente. Apartamos a los demás y Santi lo tumbó en el arcén. Mientras él llamaba a la ambulancia yo llamé a Vera.

Intenté que se despertara, pero no fui capaz. No, este no podía ser su fin, no podía terminar así. Me acerqué a la moto y vi lo destrozada que había quedado. Más allá un ramo de flores y una nota pegada a él: Te quiero, da igual los daños. Iba a ir a casa de Vera.